Partiste llena de las llamadas del crepúsculo,
y nadie supo si fuiste mujer de voces o espejismo,
si en tu frente ardían soles laxos llenos de ardores
o si eras el resquicio por donde huye la claridad.
Te llevaste mis versos como si fueran silencios
que el viento dispersa en los pasillos del olvido,
dejándome apenas esta boca invertida y adolorida,
este puño de nostalgias que simula ser un corazón.
He visto tus huellas confundirse con quimeras,
tus ojos disolverse en la herrumbre del horizonte,
tus cabellos multiplicarse en la sombra de mi voz
como un ejército de tristezas que buscan dueño.
Amor abandonado:
¿eres tú la voz que se enciende en mis costados,
o la escritura borrada en mi corazón de arranques?
Yo te pronuncio y mi eco se derrumba a mis pies,
te convoco y responde una multitud de fantasmas.
Quizá nunca partiste:
eras el resplandor que fingía ser carne de afonías,
la herida que se disfraza de aurora para no morir,
la niebla que en mi pecho escribe nombres ilegibles.
Rolando del Pozo
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