jueves, octubre 26, 2006

Siempre

Siempre es distinto el brillo que mana de tus pausas,
desesperado en un espacio que no alberga sombras,
invulnerable en el ocaso de un ínfimo afligido sueño.

En el tiempo la belleza se vuelve una servil amenaza
que aprende de lo disoluto ajena a la luz de la pasión.

En las ganas sólo sabemos de luces que dividen voces,
de la gloria que mira las almas y enumera los gemidos,
de la suerte de triviales angustias en mutantes rosales.

En el amor el laxo futuro se vuelve una vedada ilusión,
se vuelve voces que se tejen con sudores y ofuscación.

En el amor tus pasos son asiduas y crecidas amenazas,
son intrincadas luces en espacios negados a la cordura.

Siempre es perdurable la pasión en tus labios cerrados,
en tus abiertas lunas agotadas de irrevocables infinitos
y en tus efímeros ruegos que no saben negar la verdad.


Rolando del Pozo

viernes, octubre 06, 2006

Debo


Debo seguir amándote hasta que tus gemidos
sean la llave de cualquier predispuesta puerta,
las pisadas de una luna arrebatada y dispersa
y las dádivas que alimentan mi gastado orgullo.

Te debo la siniestra y derecha de toda vanidad,
la saciedad en una espera sin radiantes ayeres
y el olvido en un mañana de sentidos regresos.

Te debo los ruegos en abrigados y lentos soplos
y las ganas que descubren el hoy en mis versos.

He apurado mi corta vida en tu fugitivo vientre;
tus dolores he aunado en sentidas impaciencias
y con sudores he lavado el prodigioso tormento  
que espera desordenado en cualquier reflexión.

Debo seguir amándote hasta que mi terca pasión
maltrate tu voz de incesante e incansable mujer
y el amor se confunda con una acortada plegaria.

Te debo los rastros de una prometida naturaleza.
Te debo las ganas envueltas con versos y delirios.
Te debo los recuerdos, lo saben bien tus señales
solemnes y dispersas en esta temblorosa oración.


Rolando del Pozo

lunes, octubre 02, 2006

A nuestros amaneceres

A nuestros amaneceres regresan mis versos errantes
levantando manos, mostrando las condenas del ayer. 

Regresan asumiendo la inocencia en tus nacimientos
y la implacable naturaleza en lo florido de tu vientre.

Retornan los perfumes, las inclinaciones de tu pecho
vestido de tempestades y tus enigmáticos desgarros.

Regresas tú, sazonando la delicadeza de tus gemidos,
entregada a todos los síntomas de un amor mutilado.

Sonríen las inasibles criaturas que procrean en versos.
Sonríen los inútiles gestos a lo largo de tus sospechas.

En tus sudores vuelve la sazón de corazones abiertos.
Vuelven las palabras, anocheciendo en los murmullos.

Vuelve mi boca a la ingravidez de tus agotados pechos,
al encuentro del amor, engarzado en tus lúcidos besos.

Rolando del Pozo