Sé de las
soledades de la luna
en la profunda
repetición de tu cuerpo;
los preceden mis
sudores indistintos,
y la noche que
ignora un tiempo detenido.
Sé de tus senos
en pausada realidad;
los adorna tu
profanada agonía,
los precede el
dolor que ignoras en espejos,
en la soledad de
proscritas batallas.
Sé del hijo que
reside en tus sombras,
en la memoria
fiel de tu vientre,
en un pasado que me
libra de las culpas
y me enseña en
cualquier silencio, a ser feliz.
Rolando del Pozo
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