miércoles, octubre 08, 2025

El tiempo

No fue de pronto.

El tiempo no desciende como un relámpago,

sino que roza —una y otra vez— los bordes del alma,

hasta que el espejo empieza a doler en su transparencia.

 

He visto mi rostro aprender la lengua de las heridas,

y mis ganas —antes ríos del deseo—

guardar en su cauce los nombres de lo vivido.

Entre tanto, los días me acarician lentamente, 

como si dudaran aún de mi absurda existencia.

 

Cada reflejo es una oración invertida,

una palabra que el alma escribe en silencio.

En ellas habita la inocencia de los besos,

la sombra de los que perduran en mi voz,

la música de un ardor que no quiso morir.

 

Ya no me pertenece el futuro,

pero siento su respiración junto a mi pecho,

como una amante que aún no se marcha del todo.

Y algo en mí florece, todavía:

una semilla que insiste en abrirse,

una luz pequeña que no se rinde al invierno.

 

Porque envejecer no es morir,

es abrazar al tiempo como a un viejo amigo,

es besarle las manos al misterio de la luz

que un día me invitó a habitar un cuerpo,

que me llevó de una alucinación a otra,

hasta dejarme, asombrado, en la orilla 

de este albor que ya no repite mi nombre.

 

Rolando del Pozo

sábado, octubre 04, 2025

Geometría del regreso

 En algún lugar de mis agitadas fantasías

—donde tus reflejos retroceden hacia el ayer—

hay una casa que existe en un viejo poema.

 

Sus muros están hechos de aire y recuerdos,

y cada ventana se abre en un efímero pasado.

Allí me aguardan los rostros que he olvidado,

los que improvisé para no sucumbir del todo.

 

A veces entro sin querer,

cruzando un torcido portal que sólo existe en mi voz.

Entonces me descubro a mí mismo, hilando sombras,

leyendo el libro de mi vida en una lengua que repudio.

 

Entre las sombras se alza tu dilatado cuerpo,

una geometría del deseo que el tiempo desdibuja.

Yo regreso a tu cuerpo, sabiendo que no hay regreso,

que el que vuelve envuelto en dolor no es quien partió.

 

Y sin embargo, regreso a esa casa de rotos reflejos,

donde la eternidad respira con tus lentos nombres,

y un dios sin semblante se multiplica en mis súplicas,

para señalarme que el tiempo se licúa en tu sombra. 

 

Rolando del Pozo

 

domingo, septiembre 28, 2025

La casa del alma

En la casa del alma se diseñan tus nombres,

los que se multiplican en una densa bruma,

los que se disuelven como sal en mis voces.


Camino un laberinto de signos abolidos:

cada umbral abre una herida invisible,

cada herida es un río de clamores ardientes,

y en su cauce alguien imagina mi destino.


Tú —voz que enciende la claridad del abismo—

reúnes los fragmentos dispersos del tiempo,

me arrojas al círculo donde lo eterno vacila

como un dios fatigado de su propio fulgor.


Quizá la vida sea solo este conjuro:

arder en tu presencia como una luz secreta,

hundirme en la profundidad de tu voz terrestre,

y descubrir que al nombrarte —mujer de ardores—

el universo se abre como un corazón desvelado.


Rolando del Pozo

miércoles, septiembre 24, 2025

Liturgia del deseo

Tu piel me llama con su resplandor furtivo;

me esconde entre las sombras de tus senos.

Desnudas la noche sobre tu vientre de voces

y abres tu templo donde mi afán se arrodilla.

 

En tu boca hay un vino fusco que me aliena,

un mar enardecido que atenaza mi silencio.

Tus muslos, las puertas de un jardín secreto

me cercan con la ternura de una voz exigua.

 

Yo bebo de ti, el néctar febril de lo indebido,

el reflejo fresco que humedece tus entrañas;

tu perfume —mezcla de lirio y de perfidia—

es una pócima dulce que inflama mis delirios.

 

Cada gemido tuyo es una oración blasfema,

un canto que aviva tus gritos de mujer ajena.

Déjame perderme en tus apetitos cómplices,

en tus madrugadas de jade y cenizas fogosas.

 

Y cuando me disuelvo en tu sombra dispersa,

no sé si soy la pausa que se ajusta a tus gritos,

si he nacido en tu carne como un dios exilado,

o si muero en tu abismo para volverme infinito.

 

Rolando del Pozo

sábado, septiembre 20, 2025

Río de luces

No sé si vienes llena del polvo de mis memorias

con el siseo que dejan los soles cuando mueren,

pero tu sombra me atosiga como un río de luces

que agranda las sílabas intensas de mis zozobras.

 

Te reconozco en los temblores de una vida lenta,

en la grieta que sangra en los muros del tiempo,

y hasta en los dolores que dibujan viejos rostros

cuando la brisa se ladea sobre tus tiernos senos.

 

Amarte es oír a la tierra aunando su propia voz,

es arribar a fogosos universos llenos de versos,

es abrir los dolores en un cielo de ajenos besos

donde sólo tu voz es la alucinación que persiste.

 

Yo soy el viajero que se confunde en tu costado,

el que lleva en la boca la soledad de tu ausencia,

el que arde en la duda como un profeta turbado

esperando tu paso entre el gentío de los lejanos.

 

Y cuando te nombro, mujer de esferas diversas,

el universo se repliega como un telón de humo,

y quedo desolado, cautivo de la pregunta:

¿fuiste tú la que se disolvió en mis crepúsculos,

o fui yo quien se quedó dormido en la ausencia?

 

Rolando del Pozo

lunes, septiembre 15, 2025

Veneno necesario

En esta sombra arden las flamas invisibles,

aunando con idiomas brunos el aire del alma.

Todo es un desfile de noches sin respuestas,

un cortejo de rosas mustias que aún sangran.

 

El deseo, ese animal que respira extenuado,

se arrastra por mis venas como lentas fiebres,

y en su paso deja huellas de versos quebrados

donde mi rostro se trueca en ardidas máscaras.

 

A ti te imploro, señora de siluetas sin tiempo,

que surges entre luces como efigie insomne:

tu piel es una melodía de brumas y desvelos,

tu voz, una llamada sumergida en la necesidad.

 

Si acaso vuelves -ángel herido por las noches-

te beberé tardo como a un veneno necesario,

pues sólo en tu agitación hallaré mi salvación,

y en tu desidia, la eternidad que me reclama.

 

Rolando del Pozo

 

viernes, septiembre 12, 2025

El sur del alma

En esta hora de señales como dedos,

cuando el viento susurra nombres vanos,

yo te busco entre los pliegues del tiempo,

en esa geografía donde viven los ausentes.

 

Eres tú la que camina con pies de lluvia,

la que deja en cada paso huellas de luna.

 

Oh memoria mía, territorio de sal y olvido,

¿dónde guardas los rostros que se fueron

como silentes pájaros hacia el sur del alma?

 

En mis manos se alimentan flores de agua,

en mis angustias navegan barcos de cristal

hacia puertos que no improvisó la nostalgia.

 

Cada palabra es un conjuro contra tu partida,

una llave que abre puertas en valles mojados.

Tú que fuiste arrebato, ahora eres solo viento

que se balancea en los dolores de mis ganas.

 

Ven, acércate a estas palabras hechas versos,

donde el amor es una voz que se puede morar.

Ven antes de que la noche asegure las puertas, 

antes que el olvido no sepa advertir tu nombre.

 

Rolando del Pozo

martes, septiembre 09, 2025

Partiste

Partiste llena de las llamadas del crepúsculo,

y nadie supo si fuiste mujer de voces o espejismo,

si en tu frente ardían soles laxos llenos de ardores

o si eras el resquicio por donde huye la claridad.

 

Te llevaste mis versos como si fueran silencios

que el viento dispersa en los pasillos del olvido,

dejándome apenas esta boca invertida y adolorida,

este puño de nostalgias que simula ser un corazón.

 

He visto tus huellas confundirse con quimeras,

tus ojos disolverse en la herrumbre del horizonte,

tus cabellos multiplicarse en la sombra de mi voz

como un ejército de tristezas que buscan dueño.

 

Amor abandonado:

¿eres tú la voz que se enciende en mis costados,

o la escritura borrada en mi corazón de arranques?

Yo te pronuncio y mi eco se derrumba a mis pies,

te convoco y responde una multitud de fantasmas.

 

Quizá nunca partiste:

eras el resplandor que fingía ser carne de afonías,

la herida que se disfraza de aurora para no morir,

la niebla que en mi pecho escribe nombres ilegibles.

 

Rolando del Pozo

 

 

miércoles, septiembre 03, 2025

La casa que arde

Escucho el rumor de la tierra desgarrada,

los muros caídos que aún guardan gritos,

y un río de voces que supera los párpados

con la porfía de un duelo teñido de ayeres.

 

Allí donde la grava guarda cuerpos sin voz,

donde el trigo arde bajo un cielo ulcerado,

la infancia se muda en un pájaro mutilado,

y las madres se visten con la tela del llanto.

 

No basta nombrar los mismos pasos rotos,

los mismos cuerpos arrojados en las calles,

las mismas plegarias que mueren en zanjas.

 

Oh tierra, yo te pregunto con una furia rota:

¿quién heredará tu corazón lleno de pausas?

¿Quién guardará las llaves de tu ardida casa?

 

Y sin embargo, se elevan voces entre ruinas,

una mano que tirita, pero ofrece esperanza,

un ayer que insiste en pronunciar “mañana”.

 

Porque, aunque el hombre clame la muerte,

la memoria del amor se aferra a sus huesos,

y este silencio lleno de arranques, algún día, 

ensayará en nuevos versos a cantar de nuevo.


Rolando del Pozo