He nacido tantas veces en los pasillos del sueño,
que ya no diviso si esta piel rígida que me cubre
pertenece a la alborada o al eco de una promesa.
Alguien —quizás tú, quizás tus sombras—
dispersó mis intentos en la humareda del tiempo,
y ahora calmo acumulo uno a uno los fragmentos
de mis propios silencios en un insuficiente reflejo.
Soy la voz que se disuelve en los dolores del ayer,
el que recibe noticias desde una orilla de súplicas
en sobres desgastados por el polvo y la turbación.
En cada carta arde una pregunta:
¿qué hacer con el amor cuando llueve en el alma?
Tal vez algún día recuerde dónde dejé tus pausas,
donde dejé los arrojos que adornaban tus regazos.
Mientras tanto, camino tardo detrás de mi sombra
por una senda que se ciñe, a los reflejos de tu voz.
Rolando del Pozo
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