sábado, noviembre 15, 2025

Corredores invisibles

Quizá fue en otro siglo, o en otra distancia,

cuando tu voz comenzó a descender por mi boca,

como una clave negada en los pliegues del tiempo,

como un signo que se repite en cada alucinación

para ajustar tu ausencia a todo lo que he vivido.

 

He seguido tus huellas por corredores invisibles,

tejiendo relatos que no supe anudar a tu boca

para sostener un amor de múltiples distancias:

ese que existe en todas las esquinas de tu cuerpo

como un destino escrito en las arenas del tiempo.

 

A veces te presiento en la tinta que dicta mi voz,

en el espejo que rehúsa mi figura, mis sombras,

y me devuelve la versión secreta de tu carácter,

el doble que camina detrás de mis rotas pausas.

 

También te siento cercana, o a veces distante,

con la certeza terrenal de Neruda:

el olor de un fruto abriéndose en mis ganas,

el pulso del mar ascendiendo por tus pechos,

una llama que desconoce el misterio de su origen.

 

Y aunque no alcance a reunir tus trozos dispersos,

te busco en el albor que sobrevive al derrumbe,

en la cifra oculta que se reproduce en mi sangre,

en el círculo perfecto y diverso, de lo inevitable.

 

Rolando del Pozo

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