viernes, diciembre 05, 2025

Bordes del ayer

Soy el que vuelve desde los bordes del ayer,

el que recoge en sus manos los ecos yermos

y los ordena como quien arregla una añeja voz.

Hay signos y huellas que no saben morir:

el murmullo de una alianza rota antes del alba,

el hálito del tiempo que me vuelve disperso.

 

He visto el revés de mis horas:

un círculo donde mi nombre se extravía,

y un animal habituado a memorias ajenas

royendo las sílabas que dejé caer en la huida.

 

Pero aún así camino, sin rumbo fijo,

como si la noche fuera una puerta entreabierta.

Llevo conmigo la astilla de una revelación incompleta,

una estrella que no aprendió a dominar sus bríos

y que sin embargo ilumina nuestros silencios.

 

Y en ese iluminado silencio, amor,

brotas como un fruto oscuro y tibio,

palpitando en la pausa de mis manos abiertas.

Tus sombras caen sobre mis malestares

como un vino derramado que enciende la tierra;

y yo bebo sin pausas —sin medida—

tu aliento que me llama desde lo profundo,

tu luz que me acosa con la fuerza de lo inevitable.

 

Si alguna vez me buscas,

búscame donde la sombra conversa con lo imposible.

Porque yo soy —todavía—

el viajero que escribe en el aire de los ausentes

y la fábula interminable de su propia resurrección.

 

Rolando del Pozo

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