Surges en la sombra copiosa de su sentencia,
en la frescura intemporal de tus ruegos,
abrumada con ecos y tenues reflejos,
habitada de lánguidas esperanzas.
Agitada por el diagnóstico que robó tus pechos
y te llenó de la oscuridad de una nueva tarde.
Retornas acordándote de los adorados hijos
que supieron del principio en tus pezones
y del cariño en tus largos brazos abiertos.
Regresas a tus recordados comienzos,
a luchar con la memoria de una ausencia larga
en la confusión de un proscrito sueño.
Vuelves incompleta, abrigando sueltos rezos,
dolores y llantos en lo arduo de lo inesperado.
Vuelves mezclada con un amor de pausas,
con la belleza que perdura en segadas curvas,
sujeta a los besos que se repiten en lágrimas
y te vuelven mujer de versos y madre infinita.
Rolando del Pozo
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