Digo te quiero y mis versos se extravían
en todas tus paciencias, yacen callados,
aguardando agonías, tus ganas dispersas,
tu naturaleza: la ofrenda de tus pechos.
Digo te deseo y toda tu inocencia se abre,
se desgarra en voces, se mutila tu cordura,
se gestan rebeliones en tus senos altivos
y el verbo se refugia en tus ganas fugitivas.
Digo te amo y las alboradas se desbordan,
tu voz se viste con la vida que nos aguarda,
con la espera que clama tus roces azuzados,
con lentas visiones de luz: presencia de Dios.
Rolando del Pozo