No están los ardores que alimentaban tus tardos versos,
aunque el polvo vocee sus nombres con la cadencia exacta.
No están los reflejos que se engarzaban en el lento espejo,
aunque sus imágenes resbalen con heridas llenas de voces.
Alguien —no tú, no yo, ni la forma de un añejo ensueño—
ha venido a perturbar los signos que se repiten en tu boca.
Ha desocupado los horarios colmados de pasados diversos,
ha sembrado utopías en la médula de tus labios dormidos.
Yo también lo he visto cerrar los fulgores en tus sueños.
A veces es una pesadilla con plumas de paraísos inermes,
otras, una fotografía encendida bajo los dolores del alma.
Aquí las paredes saben de las memorias que las cubren.
Aquí las ilusiones se dan la vuelta para no reconocerte.
No preguntes por las llaves, nunca han existido puertas,
solo siluetas torpes que se disfrazan de falaces umbrales.
Rolando del Pozo
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