martes, junio 17, 2025

Presagios de ceniza

Desde la noche, tu eco es un presagio sin voces,

el anticuado mapa de un futuro que se deshace.

Eres el espectro que visita tardo su propia tumba,

la sombra que se desliza por los bríos del tiempo,

oyendo el crujir de viejos versos, en intacto ritual.

 

El sufrimiento se repite en inalterables distancias,

en el mismo círculo de polvo y corrupta profecía.

¿Quién teje tus memorias con ciclos de ardores?

¿Quién te nombra en conjuros llenos de poesía?

 

Cada latido es una sentencia que se abre al vacío,

una súplica que abre portillas llenas de zozobras.

Tus voces continúan, como hilos de humo errante,

bordando con ceniza mis sombras de espejos rotos.

 

Y así acaezco, habitando el eco que jamás fue voz,

como un cuervo posado en un inmóvil espejismo.

He olvidado mis dolores, mi origen, mis retahílas:

soy apenas un temblor en el pulso de lo supuesto,

una brizna que aflora en las fisuras de tus tiempos.

 

Rolando del Pozo

miércoles, junio 11, 2025

El idioma de las sombras

Aquí es donde tus noches se desnudan sin pudor,

y el viento arrastra voces que nadie ha respirado,

donde el reloj se suicida en cada espacio disuelto,

y los espejos sollozan con las lágrimas del pasado.

 

Has vuelto al umbral de un verbo que te alucina,

y sigues siendo una oración de formas disueltas,

una promesa escrita con la tinta de crepúsculos

en el contrario de un deseo que no has cumplido.

 

Mis memorias aún te observan con cielos vacíos,

evocan tus manos como si aún las tuvieran puestas.

En el ayer, la distancia ha preparado su banquete:

pan de silencios, bebida de ausencias fermentadas.

 

¿Quién te nombrará cuando ya no existan idiomas?

¿Quién recogerá los huesos de mis palabras caídas?

 

Sólo el vestigio que ignora si fue sombra o presagio,

dibujará tu detenida silueta con alfabetos dormidos,

mientras un dios sin forma deletrea en sus engaños

el signo absurdo que aún no ha aprendido a negarte.

 

Rolando del Pozo

martes, junio 03, 2025

Presencia invertida

No fui yo quien cruzó la puerta aquella noche.

Fue una figura trémula con mi rostro a medias,

el vestigio húmedo de mis quebradas fantasías,

y una voz a punto de caer en la sed de tus ganas.

 

Te busqué en los ardores abiertos y mal escritos,

donde los cuerpos se enredan con nuevas voces,

y tus besos se licúan en la saliva de negado ayer.

Allí tu nombre era un eco en la herida del espejo.

 

Algo mío quedó aferrado a tus inquietos gestos,

como un susurro que insiste en las cosas quietas,

o una sombra que aprende a gemir con tu aliento.

Algo mío llevaba la fiebre ingenua de tus piernas

y el temblor de mi nombre dilatado en tus rodillas.

 

Y te disolviste en la noche llena de tiempos rotos,

dejando el rastro ilegible de una presencia invertida

y un silencio que adoptó las formas del abandono.

 

Ahora sólo quedo yo —o algo que me recuerda—

habitando una memoria que respira por costumbre,

mirando desde dentro el rostro que no me nombra,

mientras la noche, cerrada como un ojo sin párpado,

me sueña de nuevo en la geometría de tus distancias.

 

Rolando del Pozo