sábado, octubre 25, 2025

El umbral

Allí, donde la sombra se muta en tu cuerpo

donde el tiempo es una alucinación ajena,

vuelvo a ser todos los que he sido:

el que espera, el que olvida, el que busca reflejos.

 

Hay una puerta —de voces, de luz, de versos—,

y detrás de ella tus pasos encienden poemas

con los lamentos que derramaron tus noches.

 

Yo era el que hablaba con las alboradas,

el que tocaba tu imagen en los ayeres diversos,

el que miraba desde otro siglo mi tardo destino.

 

Pero el tiempo —ese ciego creador de distancias—

nos aunó en tus silencios con su geometría infinita.

Y regreso, no hacia la luz que se derrama de tu voz,

sino hacia el resplandor que dejan tus recuerdos.

 

Y comprendo que soy un repetido sueño,

que amar es apenas recordar lo que ya ocurrió.

Y mientras despierto, tú vuelves a inventarme,

como si tus ansias fueran otra forma de nacer.

 

Rolando del Pozo

martes, octubre 21, 2025

Pasillos del sueño

He nacido tantas veces en los pasillos del sueño,  

que ya no diviso si esta piel rígida que me cubre  

pertenece a la alborada o al eco de una promesa.  

 

Alguien —quizás tú, quizás tus sombras—  

dispersó mis intentos en la humareda del tiempo,  

y ahora calmo acumulo uno a uno los fragmentos  

de mis propios silencios en un insuficiente reflejo. 

 

Soy la voz que se disuelve en los dolores del ayer,  

el que recibe noticias desde una orilla de súplicas

en sobres desgastados por el polvo y la turbación.  

En cada carta arde una pregunta:  

¿qué hacer con el amor cuando llueve en el alma?  

 

Tal vez algún día recuerde dónde dejé tus pausas,

dónde dejé los arrojos que adornaban tus regazos.

Mientras tanto, camino tardo detrás de mi sombra  

por una senda que se ciñe, a los reflejos de tu voz.  

 

Rolando del Pozo

 

miércoles, octubre 08, 2025

El tiempo

No fue de pronto.

El tiempo no desciende como un relámpago,

sino que roza —una y otra vez— los bordes del alma,

hasta que el espejo empieza a doler en su transparencia.

 

He visto mi rostro aprender la lengua de las heridas,

y mis ganas —antes ríos del deseo—

guardar en su cauce los nombres de lo vivido.

Entre tanto, los días me acarician lentamente, 

como si dudaran aún de mi absurda existencia.

 

Cada reflejo es una oración invertida,

una palabra que el alma escribe en silencio.

En ellas habita la inocencia de los besos,

la sombra de los que perduran en mi voz,

la música de un ardor que no quiso morir.

 

Ya no me pertenece el futuro,

pero siento su respiración junto a mi pecho,

como una amante que aún no se marcha del todo.

Y algo en mí florece, todavía:

una semilla que insiste en abrirse,

una luz pequeña que no se rinde al invierno.

 

Porque envejecer no es morir,

es abrazar al tiempo como a un viejo amigo,

es besarle las manos al misterio de la luz

que un día me invitó a habitar un cuerpo,

que me llevó de una alucinación a otra,

hasta dejarme, asombrado, en la orilla 

de este albor que ya no repite mi nombre.

 

Rolando del Pozo

sábado, octubre 04, 2025

Geometría del regreso

 En algún lugar de mis agitadas fantasías

—donde tus reflejos retroceden hacia el ayer—

hay una casa que existe en un viejo poema.

 

Sus muros están hechos de aire y recuerdos,

y cada ventana se abre en un efímero pasado.

Allí me aguardan los rostros que he olvidado,

los que improvisé para no sucumbir del todo.

 

A veces entro sin querer,

cruzando un torcido portal que sólo existe en mi voz.

Entonces me descubro a mí mismo, hilando sombras,

leyendo el libro de mi vida en una lengua que repudio.

 

Entre las sombras se alza tu dilatado cuerpo,

una geometría del deseo que el tiempo desdibuja.

Yo regreso a tu cuerpo, sabiendo que no hay regreso,

que el que vuelve envuelto en dolor no es quien partió.

 

Y sin embargo, regreso a esa casa de rotos reflejos,

donde la eternidad respira con tus lentos nombres,

y un dios sin semblante se multiplica en mis súplicas,

para señalarme que el tiempo se licúa en tu sombra. 

 

Rolando del Pozo