Yo vengo de una tierra donde la ceniza
guarda el murmullo de antiguos besos,
donde el viento se disfraza con señales
que jamás fueron dibujadas en tu ardor.
He bebido del jarrón íntimo de tu noche,
esa que se inclina como un fruto oscuro
sobre la debilidad de un mundo disuelto,
y aún así me inflama con su fuego bruno.
Te nombro en los pliegues de mi sombra,
te nombro en las fracturas del desespero,
te nombro sin pausas hasta que mi boca
se quiebra en un océano de lentos besos.
Porque en ti arde la herida de universos,
la oscura certidumbre de que sólo somos
un instante de eternas voces que se licúa
como el ayer en las musas de mis versos.
Y si mi voz te alcanza desde mis abismos,
no es porque pertenezca a estos delirios,
sino porque tú la escribiste antes que yo
con la tinta tenue que susurra mi destino.
Rolando del Pozo
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