martes, diciembre 12, 2006

Te llaman

Te llaman desde tu nacimiento un destino sin pausas,

las puertas que demandan espacios y sellan sombras,

las imágenes solitarias que fragmentan viejos espejos

y una luna de semblantes invadidos por lo que vendrá.

 

Te llaman los recios impulsos, lo admiten tus pecados.

Te llaman los signos de un mundo habitado por locos.

 

Tu vida es de vocablos sueltos en el retorno del ruego,

de estériles fragancias, de escapes levemente gráciles.

Es de viajes ajustados donde se bosquejan los paisajes

y los muros de un sueño disperso, que nada encierran.

 

Te llaman los nombres de un corazón verde, alargado;

se atesoran olvidos en sus latidos, se deshilan pasados.

 

Te llaman la noche y el perdón en el brillo de la soledad 

y te reclaman la vida vestida de voces, círculos y dolores.

 

Rolando del Pozo

martes, diciembre 05, 2006

En tus habituales

En tus habituales clamores florecen lamentos,

las miradas del ayer y los espasmos de la luna.

 

En tu vientre se renueva un jardín de espacios

donde surgen las ganas agudas por tus mimos.

 

En tu olor a cuerpo mojado se recobra una voz

que anuncia el apremio del verso por tus senos.

 

Te siento parte de mi suerte, de mis demencias,

de ese trecho que la muerte acaricia y exonera.

 

En los límites del tiempo alucina tu vago respiro

y la frescura de una insulsa memoria sin dolores.

 

En el olor de tus senos soy la noche, la fatalidad,

el eco de la casualidad, de lo poco comprendido.

 

Soy el sueño que se despierta entre tus piernas,

extrañamente confundido, agotado y satisfecho.

 

Rolando del Pozo

lunes, noviembre 13, 2006

Se descolgó

Se descolgó el tiempo hecho de sueños, de vigilias,

de sudores, de recuerdos desplegados en fantasías.

 

Se desmontó la mujer, sus símbolos, sus dislocadas 

piernas de un ocaso eterno que se cierra en el ayer.

 

Se desquició el rumor en una poesía llena de voces,

de sombras que persisten en encerradas alboradas.

 

Todo lo tuyo me ha tornado en fugaces amaneceres, 

a sentirme la alucinación de una existencia efímera.

 

Todo lo tuyo me ha devuelto a tus íntimas palabras,  

al brebaje que se desborda de tus pausadas señales.

 

Se desencajaron los vocablos que te describen tarda

en el fondo de un espejo que se alimenta de muecas.

 

Se desencajo el adiós en retraídas, agitadas sombras, 

en una muerte que no es censura, ni espera, ni olvido.

 

Rolando del Pozo

jueves, octubre 26, 2006

Siempre

Siempre es distinta la voz que brota de tus poemas,

crece en un espacio que alberga delgadas sombras,

en un invulnerable ocaso lleno de afligidos albores.

 

En el tiempo la belleza se vuelve una servil amenaza

que aprende de lo disoluto ajena a la luz de la pasión.

 

En las ganas sólo sabemos de luces que dividen voces,

de la gloria que mira las almas y enumera los gemidos,

de la suerte de triviales angustias en mutantes rosales.

 

En el amor el laxo futuro se vuelve una vedada ilusión,

se vuelve voces que se tejen con sudores y ofuscación.

 

En el amor tus pasos son asiduas y crecidas amenazas,

son intrincadas luces en espacios negados a la cordura.

 

Siempre es perdurable la pasión en tus labios cerrados,

en tus abiertas lunas agotadas de irrevocables infinitos

y en tus efímeros ruegos que no saben negar la verdad.

 

Rolando del Pozo

viernes, octubre 06, 2006

Debo

Debo seguir amándote hasta que tus gemidos

sean la llave de cualquier predispuesta puerta,

las censuras de una luna arrebatada y dispersa

y las dádivas que sostienen mi gastado orgullo.

 

Te debo la siniestra y derecha de toda vanidad,

la saciedad en una espera sin radiantes ayeres

y el olvido en un mañana de sentidos regresos.

 

Te debo los ruegos en abrigados y lentos soplos

y las ganas que descubren el hoy en mis versos.

 

He apurado mi corta vida en tu fugitivo vientre;

tus dolores he aunado en sentidas impaciencias

y con sudores he lavado el prodigioso tormento  

que espera desordenado en cualquier reflexión.

 

Debo seguir amándote hasta que mi terca pasión

maltrate tu voz de incesante e incansable mujer

y el amor se confunda con una acortada plegaria.

 

Y te debo los recuerdos, lo saben bien tus voces

solemnes y dispersas en esta temblorosa oración.

 

Rolando del Pozo

lunes, octubre 02, 2006

A nuestros amaneceres

A nuestros amaneceres regresan mis versos errantes
levantando manos, mostrando las condenas del ayer. 

Regresan asumiendo la inocencia en tus despertares
y la implacable naturaleza de lo florido de tu vientre.

Retornan los perfumes, las inclinaciones de tu pecho
vestido de tempestades y de enigmáticos desenfados.

Regresas tú, sazonando la delicadeza de tus gemidos,
entregada a todos los síntomas de un amor mutilado.

Sonríen las inasibles criaturas que procrean en versos.
Sonríen los inútiles gestos a lo largo de tus sospechas.

En tus sudores vuelve la sazón de corazones abiertos.
Vuelven las palabras, anocheciendo en los murmullos.

Vuelve mi boca a la ingravidez de tus agotados pechos,
al encuentro del amor, engarzado en tus lúcidos besos.

Rolando del Pozo

martes, septiembre 26, 2006

Te has vestido

Te has vestido con espejos y sombras, con piel del ayer,

con gastadas memorias y en la lividez de rotas palabras.

 

Te has sumado a las oraciones que alcanzan tus piernas

y prometes articulados amaneceres en olvidados vacíos.

 

Te has gastado las melancolías, los rencores del pasado

y el miedo que llena tus historias, en volverte de versos.

 

Asumes que no hay suficiente inocencia en tu orgasmo,

que no hay suficientes sudores para calmar los ardores

de tus leves y rosados círculos y tus lánguidas angustias.

 

Aceptas que importan menos tus desvaríos en este viaje,

que las ofrendas que hiciste, susurren menos al porvenir.

 

Te asusta la quimérica frontera de este amor sin pausas,

que nada valga la vida en insolente escape, al frágil ayer.

 

Te has vestido con el tiempo, con el dolor de tus versos.

Te has vestido de silencios y de lunas con perfiles ajenos.

 

Y te preguntas sobre las sombras que se resisten a morir,

sobre el amor que insolente, te viste de lentas alboradas.

 

Rolando del Pozo 

lunes, septiembre 25, 2006

Dime

Dime si hay justicia en tu amor de sigilos,

si hay clemencias en tus floridas malicias,

si hay castigos en tu pubis lleno de ayeres,

de voces desleídas y desarmados gemidos.

 

Tu amor me eleva y me reclama de luces,

se multiplica en la claridad de mis versos;

a veces, asciende por mis lentos costados,

me castiga de saciedades y fuga despacio.

 

Dime si de dolores debo sazonar tus poses

y de pasos estrechos debo pintar tu pasión

de insurrecciones disueltas y estremecidas.

 

Dime si debo convertir mis gritos en vino,

mis ambiciones en ebrias incertidumbres,

y regresarte a tu cielo de ecos y serenidad.

 

Rolando del Pozo

 

miércoles, septiembre 20, 2006

Te descubrí


Te descubrí recorriendo el rocío de luces,
entonando ilusiones en cascada de vacíos.

Te descubrí aceptándote en el verbo amar,
en manchas de estrellas y frenados vientos.

Te descubrí gimiendo en un aunado destino,
sublimando tiempos, creando espacios azules.

Te descubrí de luces, forjando reversos cielos,
llenando de esperanzas tu firmamento secreto.

Y me sumergí en tu vasta pelvis de tenues rosas,
en tu cambiante universo de lapsos y descuidos,
en la bonanza de lentos versos y agitadas voces.

Simulé una disuelta suerte en la idea de amarte,
para descubrir el empeño de tus ojos en el beso,
para descubrir tus gemidos, definiendo mis besos.

Rolando del Pozo

martes, septiembre 12, 2006

Tu imagen

Tu imagen me aguarda diseñando voces y augurios,

me aguarda simulando trampas en los ecos del adiós,

simulando diversas memorias desertas de nostalgias.

 

Tu imagen es la vida en un vientre igualando voces.

Es la partida de mi distancia en tus exactos sollozos,

en tus ahogos dispersos, en tus sudores sin sentidos.

 

El ayer me condena a consumirme en noches cortas,

al dolor sin historia, al rostro incierto de una ilusión

y a las sombras que ironizan las apuestas del olvido.

 

Me queda el consuelo de leerte con tus leves voces,

de acariciarte suave con mis recuerdos y esperanzas,

de beberte en lágrimas y saberte de fogosas noches.

 

Me quedan tus ruegos y los bríos que giran tu noche.

Me quedan las costumbres, las fisuras de tus furores

y un pasado que quiebra la muerte en sacudido amor.

 

Rolando del Pozo