En tus habituales clamores florecen lamentos,
las miradas del ayer y los espasmos de la luna.
En tu vientre se renueva un jardín de espacios
donde surgen las ganas agudas por tus mimos.
En tu olor a cuerpo mojado se recobra una voz
que anuncia el apremio del verso por tus senos.
Te siento parte de mi suerte, de mis demencias,
de ese trecho que la muerte acaricia y exonera.
En los límites del tiempo alucina tu vago respiro
y la frescura de una insulsa memoria sin dolores.
En el olor de tus senos soy la noche, la fatalidad,
el eco de la casualidad, de lo poco comprendido.
Soy el sueño que se despierta entre tus piernas,
extrañamente confundido, agotado y satisfecho.
Rolando del Pozo
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