A nuestros amaneceres regresan mis versos errantes
levantando manos, mostrando las condenas del ayer.
Regresan asumiendo la inocencia en tus despertares
y la implacable naturaleza de lo florido de tu vientre.
Retornan los perfumes, las inclinaciones de tu pecho
vestido de tempestades y de enigmáticos desenfados.
Regresas tú, sazonando la delicadeza de tus gemidos,
entregada a todos los síntomas de un amor mutilado.
Sonríen las inasibles criaturas que procrean en versos.
Sonríen los inútiles gestos a lo largo de tus sospechas.
En tus sudores vuelve la sazón de corazones abiertos.
Vuelven las palabras, anocheciendo en los murmullos.
Vuelve mi boca a la ingravidez de tus agotados pechos,
al encuentro del amor, engarzado en tus lúcidos besos.
Rolando del Pozo
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