No soy yo, cuando escribo mis ausencias,
tal vez soy el eco de alguien que me sueña,
los restos de un ayer que se ha olvidado de sí mismo
y vaga entre los escombros de mis lentas palabras.
Camino sobre el filo de tiempos detenidos,
en la fisura donde las sombras gotean pasados
y su agria letanía de memorias impronunciables.
Todo es el reflejo de un vestíbulo de brumas,
una puerta entreabierta que no logro cerrar
por donde asoman los espectros de mi infancia
con sus manos abiertas a la ofuscación
y sus ojos como pájaros extraviados.
He sido todos los rostros que mis noches devoran,
he habitado las casas que arden en el fondo mi voz,
he negado las palabras que se repiten en mis ansias
y me he forzado a respirar una imagen que me agobia.
¿Quién dicta el designio de mis sombras?
¿Quién escribe en mi piel esta caligrafía de abandonos?
Tal vez yo mismo, cuando asumo esta piel decadente
o quizás la sombra de otra persona que me habita
y que, en el instante cuando la noche me abraza,
me revelará con sus últimos símbolos,
que no soy yo, el que me escribe de ausencias.
Rolando del Pozo
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