Llueven memorias a manera de imágenes ruidosas,
anegando los espacios entre tu nombre y mis voces.
Tus olores son las alboradas recogidas en tus piernas,
en los amaneceres que huelen a un lecho sin señales.
Tus susurros se llenan de tenaces y afligidos pasados
que reviven en los sudores de un perpetuo presente.
Llueven las grafías que te trazan en mis sordas frases,
en el lenguaje que es un desorden lleno de extremos.
Tus retiradas están llenas de signos y fechas abiertas,
de adioses brotando en un viejo y negado calendario.
Tus recuerdos son el añejo lugar con sabor a destino,
lleno de invadidas voces que se alimentan en versos.
Llueven las luces que pretenden martirizar mis ganas
y te vuelven de breves voces en un afligido despertar.
Rolando del Pozo
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