No fui el ardor en la habitación que te llena de voces,
ni el resplandor que abandona tus costados cerrados.
No fui la partida que se rellena con la piel de los días,
ni el cuenco donde lloran tus dolores antes del olvido.
Apenas soy una sombra en el bullicio de otra sombra,
una letra que se borra mientras se pronuncia tu ayer,
una costura rota en el manto que augura tus anhelos.
He hablado con tus ardores que no miden el tiempo,
he firmado tratados con las imágenes de tus piernas
y me he visto nacer en una palabra que nunca escribí.
Ahora atesoro en mi pecho un archivo de ausencias:
las puertas que no se abrieron en tus solitarias voces,
los cuerpos que no habitaron tus alfabetos hendidos,
las visiones que no me llenaron de tus lentos latidos.
Oh, mujer de los días que se negaron a llevar mi voz,
tejedora de una angustia que me niega tus adentros,
dime si este silencio es mi rostro o un grito de calma,
si esta embriaguez es la llave que te abre en mi dolor.
Rolando del Pozo
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