Mis palabras están hechas con tus sudores,
con el vértigo que acecha tus lentas piernas,
con la dulzura de tu voz cubriendo al miedo,
con tu tierna soledad disuelta en mi silencio.
Mi soledad está hecha de evadidas fantasías,
de memorias que semejan mi antigua locura,
de atardeceres que se beben mi pasada vida
y escriben congojas en tus repetidas palabras.
Lleno mis recuerdos con delirios, con fiebres
que se ajustan al olvido y se repiten en tu voz
y con gemidos que se quiebran en la distancia.
Lleno mi nombre con tus matizados nombres,
con mojados ritos y los gestos de tu dura voz,
con tus manos que marcan mi larga sentencia.
Mis versos están llenos de pasos, de sombras,
de irreconocibles futuros, de horas disecadas
y de voces que se abren en el mismo infierno.
Rolando del Pozo