Están las
rosas persistiendo en el abandono de tus manos,
entre las
piedras de un jardín familiar, ajustando los adioses.
Están los
retratos indagando tus voces en la espesura del ayer,
a manera
de afilados presagios que se tornan viento y me golpean.
Está la
juventud de tus senos reposando en mis pensamientos,
asumiendo
las noches, los amaneceres y las recordadas fechas.
¿Recuerdas
los inclinados paisajes repitiéndose en las ventanas?
Han
crecido las memorias desde la última vez, llenando los vacíos,
fabulando
los regresos de una luna vencida a tus pechos rosados.
Están las
inútiles paredes que cercan la nada y los tibios nombres
de mi
abandonado cuerpo, de mis silencios obstinados y olvidados.
¿Recuerdas
las voces de los augurios en los desazonados otoños?
Todo
sigue igual, los temores en los repetidos sueños y las esperas,
el roce
inconfundible de tu recuerdo que se apura en las preguntas,
y las
ganas inagotables de gastarse la piel, hasta verla desaparecer.
Rolando
del Pozo
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