Fue necesario escuchar la voz del limonero
estirarse en tu plegaria de finos laberintos,
en los jazmines aunando tus hondos versos
y en el vano presentir de tus ocultas manos.
Suelo esconder tus visiones en mis poemas,
en el ocaso distante de un pausado mañana.
Suelo incorporar mi alma en tus demorados
y diversos despertares, apenas presentidos.
Y suelo callar la índole de tus transgresiones
en la duración de mi nombre, en mi ceguera.
Fue necesaria tu quebrada curva de amante
en los días resistiendo mis escasas sombras.
Fue necesario tu reflejo saciando mis noches,
resistiendo los embates de mi herida lujuria.
Rolando del Pozo
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