He aquí tu cuerpo extendido en una luz tibia,
adornado con los roces temerosos de mi voz,
lleno de memorias, recorrido por mis caricias,
desdoblado en anhelantes espejos y retratos.
He aquí la dicha dispersa mimando tus senos,
tus detenidos reflejos, tus elevadas imágenes.
He aquí el amor ajustando tus tardas noches,
y el fulgor del deseo dilatándose en las rosas.
Tus poses han apurado mis versos en el amor
y la inexacta duración de mis vibrantes voces.
Tus gestos se han convertido en largas pausas
y en los signos que calculan mis lentas salidas.
He aquí mis letras en tus incesantes perfumes,
en tu inhumana ternura, en tu eterno provocar.
Rolando del Pozo