No pronunciaré
tus verbos en tu lecho de azules horas,
de temblores, de
aliento distante, de alma sin memoria.
No pronunciaré
tus voces en mis arrebatadas paranoias,
en la imagen
alargada del tiempo, en mis días de manos.
Todo ha de ausentarse
marcando tus piernas, tus senos.
Todo ha de
volverse de luz en la orilla ávida de tu vientre.
Talvez sólo los
ecos del amor persistan en mis desahogos.
Talvez tus
recuerdos me devuelvan a tus labios, a tu boca.
No pronunciaré
los silencios que acunaste en tus locuras,
en tus sollozos,
en las misteriosas llamadas de tus piernas.
Todo ha de ajustarse
con tu quimérico despertar de rosas.
Todo ha de
repetirse en las sucesivas caras de tu nombre.
Talvez ya me
marché en tus gemidos, en tus tenues afanes,
o simplemente estoy
de regreso, en tus perpetuos sudores.
Talvez sólo soy el
sueño que se pierde al ritmo de tus bocas,
o simplemente soy
una voz rendida que siempre te reclama.
Rolando del Pozo
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