Llevo espacios
adheridos a tu sumisa imagen, a tus voces,
en el secreto de tus
invisibles días, en la razón de tus ecos.
Espacios que son
insuficientes abismos y confusos idiomas.
Llevo los
desganos de la noche en tus disueltas primaveras.
Llevo la soledad de
un cielo sin dudas en la reversa realidad
como señales de
la ansiada condena en el revés de tus ojos.
Llevo el reflejo
que me excede en el espejo, en tus intentos,
en el obstinado
modelo de la vida, como abiertas ventanas,
en la inalterable
calidez de tu vientre como vuelos al pasado.
Llevo ardores que
labran tu piel con amor, con rara idolatría
por tus pliegues,
por lo que te abandona quedo en el gemido
y vuelve en fiebres
a soñarte en la eternidad de un orgasmo.
Llevo la
felicidad en espacios que nos duplican sin pretextos,
en un calmado fulgor que se ha mudado a tu mutable credo.
Rolando del Pozo
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