Hay algo temblando en la solitaria hora,
creciendo en la herida de un espeso adiós.
Hay algo en el tiempo hecho de voces amargas
como un latido de angustia y de pesares.
Daría estos versos de mar por tus largas noches
y las palabras del ayer por tu obstinado mirar.
Daría mis manos al dolor por tu abierto aroma
y las esquinas de los días por el silencio de tus senos.
Hay algo en el amor que llena la libertad de tu vientre
y puebla de blancas manos los sueños de mi soledad.
Hay algo en estos versos que te recuerda, adolorida,
llena de súplicas, purpúrea, de frescas y laxas poses.
Y estás tú, quejándote en los retratos, en las cartas,
generando orgasmos: la tempestad silente de tu vientre.
Rolando del Pozo