Te espero en el instante devuelto por el tiempo,
en el segundo dedicado a los rechazados olvidos.
Te espero donde nace tu voz y se coliga mi dolor,
en los baldíos adioses, con el alma abierta al ayer.
Dibújame en tus pausas, en decires llenos de vida,
en tus lentas manos cedidas a la urgencia del alba.
Píntame en tus esquivos pliegues llenos de ganas;
te esperan mis voces que no saben de tus miedos.
Te espero en tus huérfanas flores llenas de candor
y en los gritos perennes de tus brillantes silencios.
Te espero en mis ganas, en la calma de un gemido
donde vuelvo a descubrirte insaciable y perpetua.
Y señálame los ecos de tus aunados y lentos bríos
donde respiro tus ávidos labios liados a mis besos.
Rolando del Pozo