Acostumbras
mis manos a tus fatigados pliegues.
Encadenas
mi confusión a los pretextos de tu vientre.
Levantas
mis deseos errantes en tus afiladas caderas
y me
llevas entre tus vestiduras, a tus heridas abiertas.
En el
lecho eres de alegrías, de adornados secretos,
eres la
pasión mordida en mis extraviados suspiros.
En el
lecho eres la piel del sueño que olvida el ayer
y regresa
en tímidos remordimientos y tentaciones.
Ignoras
mis jadeos, mis sudores, mis pensamientos.
Ignoras
las impúdicas visiones, los rígidos secretos.
Ignoras los
infinitos en los murmullos, en tus rezos.
Acostumbras
mi realidad a tus rítmicas contracciones,
a tus
sazonadas saciedades, a tus lentas y laxas poses
y me
llevas agitado, en la inmortalidad de un gemido.
Rolando del
Pozo
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