No alejes tus
dolores, tienen la forma de un gemido
que no podría
seguir brotando sin más amaneceres.
No alejes mi boca
de tus afligidos y pausados senos,
de tu azulado
vientre, de tu felicidad partida en dos.
No alejes la
nostalgia, precisa respirar la alucinación
que la vuelve el
reverso del infierno en mi confusión.
Me cercenan todas
tus pausas, tu insensata reserva,
tus sonoros flancos
en flamas, tus continuos olvidos.
Me cercenan los sueños
tus labios de abiertas ganas,
de corazón
ahogado en ruegos, en la prisión del ayer.
He labrado mi
pena en olvidos, en desiertos paraísos,
en disuelta
hambre que no me salva, ni me dispensa.
No alejes tu rostro,
tu fino veneno, tus bocas ajenas,
tu locura que me
condena al desgarro de mis ansias.
Rolando del Pozo