No
pronunciaré los colores evadidos de tu vientre,
ni las
voces que llenan las almas de grandes huidas.
No
pronunciaré los temblores que sacuden la noche
y
llenan de sobresaltos las fantasías de mis sombras.
Tal vez
la memoria sepa del dolor de mudas caídas.
Tal vez
tus palabras se vuelvan a escribir sin sollozos
y el
silencio se vuelva el umbral de nuestras voces.
No
pronunciaré lo amado y lo temido en tus pausas,
aunque
el tiempo se acomode calmo en mi lengua,
aunque
se derramen las sílabas de todas tus quejas
y pasen
mis razones a derramarse en tus pupilas.
No pronunciaré
las condenas a la altura de tus senos.
No
pronunciaré las nostalgias a la altura de tus piernas.
Tal vez
mi poesía se vuelva la vida que dispute la muerte.
Tal vez
haber vivido sea nombrar tu boca con mi boca.
Tal vez
haber amado y odiado sea el rechazo a toda voz.
Rolando
del Pozo