Recuerdo tu escritura de errantes palabras y minuciosas voces.
Recuerdo que me hablabas de tus prolijos atardeceres
con el rumor de tu piel, con el olor de tus piernas.

Tu mirada era el circular fulgor que esconde el mundo;
se abría en los sudores de un apremiante latido,
se cerraba para descifrar las transparencias de mi sexo.

Vivías mas allá de las señales del viento, donde todo se pierde.
Vivías de las acechanzas de una noche de delirios.
Vivías ensayando tu presencia, tu mirada alerta, tu ego,
intentando olvidar lo que te consume y multiplica.

Recuerdo que en vano despojaste al sueño de su vuelo,
que llenabas tu vientre con las semillas del porvenir
y entre tus manos se multiplicaba lo que perdura.

Recuerdo que tus lágrimas eran la manera de dictarme tus ganas,
que tu presencia era la manera de anticiparme tu ausencia
y que tu amor era la manera de vivirte al borde de la inmensidad.

Rolando del Pozo