Ninguna
visión logró alcanzar mis arrinconadas voces.
Ningún
adiós se pronunció con fuerza en mi decadente lenguaje.
La
ausencia aún se consume en la oscuridad
donde
velan criaturas aladas, prohibidas, sin nombre.
Las
imágenes de un infierno benigno aún se maquillan
con los
restos de un espejo que refleja el futuro.
Todo está
presente en las quietas pausas; nadie en realidad muere.
El tiempo
sabe jugar con mis recuerdos; el ayer se vuelve futuro
y el
presente es sólo un espejismo adornado con lo que vendrá.
Ninguna
de mis soledades se ha escrito con perdones
y nadie
espera en mis nostalgias.
Sin
embargo sonrío detrás de mis tristezas
y me
disfrazo con los ecos de viejas promesas.
Mis
debilidades se alimentan con el hambre que nunca cesa
y mi sed
tiene forma de un vasto horizonte salino.
Cierro la
tristeza con sonrisas, cierro las llamadas con nuevos sueños.
Mis días
los paso con un coro de fantasmas que suelen materializarse.
Nadie
sale de mis memorias, me repito, y eso me consuela.
Rolando
del Pozo
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