Es de luz la
agonía que se alza entre tus piernas,
asumiendo tus
superficies, delirando en espacios.
Son de dolores
agitados y tenues tus murmullos;
me niegan tu voluntad
y me hablan de soledades.
Tu imagen se ha
hecho el precipicio de mis ruegos,
la fuente de
todas mis alucinaciones, de mis versos.
Tus jadeos se han
vuelto mi lecho de tibias señales,
de absurdas
creencias, de suaves embates sin final.
Es la hora de una
fábula brillante en mi desamparo.
Es la hora de fuegos
errantes en mis cerradas voces.
Permíteme pasar a
tus sudores fingiendo realidades,
a tus fluidos desafiando
los gritos de un mudo espejo.
Es la hora de tu
piel recogida en una oscura súplica,
recogida en culpas
y en noches de eternos martirios.
Rolando del Pozo