Te llaman desde
tu nacimiento, los pasos del tiempo,
las puertas que demandan
espacios y sellan sombras,
las imágenes
solitarias que fragmentan viejos espejos
y una luna de semblantes
invadidos por lo que vendrá.
Te llama la muerte
sin penas, lo admiten tus pecados.
Te llaman los
signos de un mundo habitado por locos.
Tu vida es de
vocablos sueltos en el retorno del ruego,
de estériles
fragancias, de escapes levemente tenues.
Es de viajes
ajustados donde se bosquejan los paisajes
y los muros de un
sueño disperso, que nada encierran.
Te llaman los
nombres de un corazón verde, alargado;
se atesoran
olvidos en sus latidos, se deshilan pasados.
Te llaman la noche y el perdón en el brillo de la soledad
y te reclaman la
vida vestida de voces, círculos y dolores.
Rolando del Pozo