Nada dejo en la distancia que se pierde en tus apatías.
Nada dejo en el destino, ni en la apuesta por tus ganas.

Todo se vuelve una señal falaz en la fisura de tus labios
y se evapora en el relieve de arteros y abiertos regazos.

Hay una anunciada herida en el fondo de tus pasiones,
igual a mi asombrado suplicio en sazonada contorsión.

Hay un suspiro incompleto, un grito animal que recela,
igual al desliz que enciende el fulgor en sazonado adiós.

Te dibujo en los azares que asemejan pálidas ausencias.
Te forjo de peligros en alienadas y palpitantes amenazas.

Hay feroces bríos en las fiebres, en tus viciosos sudores.
Hay rígidas heridas y signos oscuros en todas mis noches.

Y se encuentran las llamadas contagiosas de tus piernas,
la embriaguez de tus senos y las preguntas sin respuestas.

Rolando del Pozo